lunes, diciembre 19, 2016

Cambio de Paradigmas

CAMBIO DE PARADIGMAS

Por: Freddy Ponce

La sociedad neoliberal está agotada, hoy ya no es capaz de dar respuesta a las necesidades actuales y menos a las futuras de los ciudadanos en cuanto la conformación de una nueva forma del rol del estado enfrentada a una sociedad en el que el problema son los cambios de paradigmas en todos los aspectos de la sociedad, las reformas se esfuerzan por respetar el modelo clásico introduciéndole nuevos elementos que, al no formar parte del modelo original, no tienen suficiente fuerza como para transformarlo.

La noción de paradigma representa una versión de cambio de ideas viejas en pro de nuevas posiciones socioculturales, el cambio de paradigma tecno-económico del que se habla es una transformación del patrón tecnológico y organizativo, más aún, es un cambio de sentido común en lo que respecta a las prácticas más eficientes tanto en la producción como en las demás actividades sociales.

El origen del cambio de paradigma es una revolución tecnológica. Una revolución que resulta de la fusión e integración de dos grandes vertientes de cambio: una, la revolución informática, la que todo el mundo reconoce como tal, iniciada en Estados Unidos y difundiéndose por el mundo desde los años setenta y, la otra, la revolución organizativa, desarrollada en Japón y adoptada cada vez más ampliamente desde los años ochenta. Estos dos cambios son de enorme trascendencia. Es difícil para nosotros entender la profundidad de las transformaciones que este proceso de destrucción creadora ha venido haciendo en el mundo desarrollado y en más y más países periféricos.

El gran problema, al enfrentar el reto del desarrollo en esta época, es que no nos hemos dado cuenta de hasta dónde es importante para nosotros comprender la naturaleza de este cambio para poder identificar el nuevo espacio de lo posible. Un cambio de paradigma tecno-económico es un cambio en las herramientas y en los modos de hacer las cosas, es un cambio en patrones organizativos y en posibilidades tecnológicas, es encontrarse frente a un enorme potencial de generación de riqueza, cuyo aprovechamiento exige adoptar una nueva lógica.

Alvin Toffler, por ejemplo, la equipara a las revoluciones agrícola e industrial. Es decir, a fenómenos que tienen una duración de varios siglos.

Es muy común que la gente de una época turbulenta y llena de incertidumbre piense que lo que está experimentando es único y en todo caso sólo tiene antecedentes muy lejanos. Esa postura conceptual nos coloca en un limbo en términos de entender lo que está pasando.
Por una parte, de manera directa, hay una transformación en la empresa. Toda empresa que quiera seguir siendo competitiva hoy en día, toda empresa que quiera entrar en el mundo de la globalización, obviamente, tiene que ir aplicando toda la lógica del nuevo paradigma tecno-económico, porque, si no, se queda atrás.

Pero también cambian profundamente las condiciones y las oportunidades para el desarrollo. Ya no se puede aplicar mecánicamente la política que fue efectiva en la época de la sustitución de importaciones, en la época de la producción en masa. Al menos, no en su conjunto. Esto no quiere decir que algunos elementos aislados no se puedan incorporar a otro conjunto que sea adecuado al nuevo contexto y al nuevo potencial. Cada época presenta oportunidades distintas y las políticas de desarrollo, para tener éxito, tienen que adecuarse a las posibilidades concretas de su tiempo.

La oportunidad que tenemos ahora tiene otro carácter y la forma de enfrentarla es otra. Vamos a mirar qué significa eso, no sin antes advertir que ese nuevo potencial de generación de riquezas lo moldean y lo definen las fuerzas sociales. Ese nuevo potencial requiere un marco social, institucional y político capaz de aprovecharlo. Cada vez que aparece una nueva revolución tecnológica se dan unos cambios sociales y políticos masivos. Pero la historia no está escrita con una sola pluma. El espectro de opciones es muy amplio y se puede aprovechar de mil maneras.

Lo que no es viable es continuar por los caminos ya inviables. La última vez, con la revolución tecnológica de la producción en masa, se implantaron sistemas muy distintos, aunque todos eran adecuados a ese paradigma: el socialismo soviético, el fascismo, la democracia Keynesiana y lo que podríamos llamar el estatismo desarrollista en el Tercer Mundo. Cada uno de esos modelos se implantó con infinidad de variantes. A pesar de las profundas diferencias que los separan, todos fueron relativamente exitosos en dar grandes saltos económicos en base a la producción en masa, basados en un rol económico importante del Estado central y otras características morfológicas comunes.

Ahora tenemos otro paradigma y tenemos que inventar otro modelo. Y cuando les digo inventar, les digo, de verdad, ¡inventar! Necesitamos empezar a pensar de una nueva manera y entender, adoptar y adaptar los nuevos principios de práctica óptima. Porque el poder transformador, el poder orientador, de ese nuevo potencial está en la comprensión del nuevo paradigma. Sólo comprendiendo en qué consiste, cuál es su lógica, vamos a poder moldearlo, utilizarlo y aprovecharlo en función de nuestros objetivos como sociedad.

El cambio de paradigma tecno-económico del que vamos a hablar es una transformación del patrón tecnológico y organizativo, más aún, es un cambio de sentido común en lo que respecta a las prácticas más eficientes tanto en la producción como en las demás actividades sociales.
El origen de ese cambio de paradigma es una revolución tecnológica. Una revolución que resulta de la fusión e integración de dos grandes vertientes de cambio: una, la revolución informática, la que todo el mundo reconoce como tal, iniciada en Estados Unidos y difundiéndose por el mundo desde los años setenta y, la otra, la revolución organizativa, desarrollada en Japón y adoptada cada vez más ampliamente desde los años ochenta. Estos dos cambios son de enorme trascendencia. Es difícil entender la profundidad de las transformaciones que este proceso de destrucción creadora ha venido haciendo en el mundo desarrollado y en más y más países periféricos.

El hombre como tal, se define claramente como un ser social. Desde allí entonces deben partir todos los principios que incluyan a la sociedad, comenzando con el compromiso que tiene como ser humano social, y con el desarrollo del bienestar colectivo, el que a su vez contribuye con su propio bienestar.

El símbolo superior del progreso del hombre, es el Estado, el que corresponde a una forma de organización humana, al interior de un territorio , al que se ha dado en llamar nación/país/estado , en el que tiene existencia real un determinado orden social, político jurídico y económico, el que es establecido a través de ciertas normativas, que pueden ser definidas de acuerdo a la cultura organizativa del grupo humano, las que han sido claramente orientadas al logro del bien común de la sociedad. El estado así definido, es sostenido, por medio de una autoridad central o gobierno dotado de poderes de coacción suficientes.

Así desde el punto de vista del funcionamiento y con objeto que la organización tenga sentido, el Estado cuenta con a lo menos tres elementos centrales; a saber: “La Existencia de un Grupo Humano Organizado”, “Un Territorio” y “Un Poder Central”. A partir de estas condiciones el estado ha de cumplir con un rol fundamental en la organización, y es justamente el mantener y controlar la administración de ese poder central. De este modo, el poder es ejercido por la autoridad, el que nace de la representación que las personas le entregan a sus representantes a través del voto, la autoridad que genera tiene la responsabilidad de mantener los patrones de legalidad e ilegalidad, para que sean respetados por las mayorías dentro de los límites del estado.

Esta “Organización Social” desarrollada en una zona geográfica y al interior de un territorio; exhibe entre sus principales fundamentos el tema de la “Justicia Social”, fin último de la política y rol que debe cumplir el estado. Sentido en el cual se establece con claridad que los hombres que participan de la sociedad, deben aceptar como principio fundamental la participación de toda tendencia, raza, ideas, credos, convicciones, situación económica y actividades.

Así, se puede concebir que la organización y actividad del estado, se conforman básicamente de dos sectores “Privado y Público”, los que son vistos por sus propias actividades como los aliados del Estado, en procurar el bienestar de las personas. Sentido en el cual las organizaciones sociales, son vistas con capacidad para desplazar la función del estado, en sus diversos roles orientados a lo social y a través de ello cobrar la fuerza suficiente para generar el bienestar de las personas. Luego

En relación al Estado y particularmente del mercado, el economista de la escuela de Chicago Milton Friedman, postula que: “ambos son principios de organización social antagónicos e irreconciliables: el mercado no sólo es importante en términos de desempeño económico, sino que es a su vez es el núcleo fundamental que preserva la libertad económica y política. El estado por el contrario, es el depositario de la coerción y el autoritarismo: es la cuna de la opresión, tanto como el mercado lo es de la libertad. La lucha por esta última, en consecuencia, se entabla entre dos colosos: el mercado y el Estado. En la medida en que el primero logra triunfar sobre el Estado asegura a la sociedad civil el pleno disfrute de los bienes terrenales sin interferencia coercitiva de ninguna especie. Recordemos que éstas sólo se originan en la esfera política, y el mercado es por definición anterior a la política. Cuando éste es derrotado a manos del Estado, las libertades individuales son sofocadas desde su misma cuna”.

En consecuencia Friedman antepone el mercado por sobre el lugar que ha de tener el hombre como ser social, se soslaya la libertad plena de elegir a pesar de que el extracto corresponde al Libro de Milton Friedman “La Libertad de Elegir”, pues el hombre es sometido al mercado y solo puede elegir bajo las condiciones que se imponen por el mercado y no entre las reales necesidades de las personas.

Desde otra perspectiva el rol del estado, reconoce en la democracia y en el sistema democrático su mejor ambiente, y por ello también lo es para los movimientos políticos democráticos. El rol del Estado entonces, acepta la diversidad en las posiciones filosóficas y políticas, admitiendo que los partidos políticos son instituciones cuya fuerza ayuda en la preservación de la democracia constituyéndose en un medio legitimo, para asegurar la libertad, garantizar la tolerancia, la justicia social, el reparto equitativo de la riqueza, y la igualdad de oportunidades para la sociedad civil.La sociedad neoliberal está agotada, hoy ya no es capaz de dar respuesta a las necesidades actuales y menos a las futuras de los ciudadanos en cuanto la conformación de una nueva forma del rol del estado enfrentada a una sociedad en el que el problema son los cambios de paradigmas en todos los aspectos de la sociedad, las reformas se esfuerzan por respetar el modelo clásico introduciéndole nuevos elementos que, al no formar parte del modelo original, no tienen suficiente fuerza como para transformarlo.

La noción de paradigma representa una versión de cambio de ideas viejas en pro de nuevas posiciones socioculturales, el cambio de paradigma tecno-económico del que se habla es una transformación del patrón tecnológico y organizativo, más aún, es un cambio de sentido común en lo que respecta a las prácticas más eficientes tanto en la producción como en las demás actividades sociales.

El origen del cambio de paradigma es una revolución tecnológica. Una revolución que resulta de la fusión e integración de dos grandes vertientes de cambio: una, la revolución informática, la que todo el mundo reconoce como tal, iniciada en Estados Unidos y difundiéndose por el mundo desde los años setenta y, la otra, la revolución organizativa, desarrollada en Japón y adoptada cada vez más ampliamente desde los años ochenta. Estos dos cambios son de enorme trascendencia. Es difícil para nosotros entender la profundidad de las transformaciones que este proceso de destrucción creadora ha venido haciendo en el mundo desarrollado y en más y más países periféricos.

El gran problema, al enfrentar el reto del desarrollo en esta época, es que no nos hemos dado cuenta de hasta dónde es importante para nosotros comprender la naturaleza de este cambio para poder identificar el nuevo espacio de lo posible. Un cambio de paradigma tecno-económico es un cambio en las herramientas y en los modos de hacer las cosas, es un cambio en patrones organizativos y en posibilidades tecnológicas, es encontrarse frente a un enorme potencial de generación de riqueza, cuyo aprovechamiento exige adoptar una nueva lógica.

Alvin Toffler, por ejemplo, la equipara a las revoluciones agrícola e industrial. Es decir, a fenómenos que tienen una duración de varios siglos.

Es muy común que la gente de una época turbulenta y llena de incertidumbre piense que lo que está experimentando es único y en todo caso sólo tiene antecedentes muy lejanos. Esa postura conceptual nos coloca en un limbo en términos de entender lo que está pasando.
Por una parte, de manera directa, hay una transformación en la empresa. Toda empresa que quiera seguir siendo competitiva hoy en día, toda empresa que quiera entrar en el mundo de la globalización, obviamente, tiene que ir aplicando toda la lógica del nuevo paradigma tecno-económico, porque, si no, se queda atrás.

Pero también cambian profundamente las condiciones y las oportunidades para el desarrollo. Ya no se puede aplicar mecánicamente la política que fue efectiva en la época de la sustitución de importaciones, en la época de la producción en masa. Al menos, no en su conjunto. Esto no quiere decir que algunos elementos aislados no se puedan incorporar a otro conjunto que sea adecuado al nuevo contexto y al nuevo potencial. Cada época presenta oportunidades distintas y las políticas de desarrollo, para tener éxito, tienen que adecuarse a las posibilidades concretas de su tiempo.

La oportunidad que tenemos ahora tiene otro carácter y la forma de enfrentarla es otra. Vamos a mirar qué significa eso, no sin antes advertir que ese nuevo potencial de generación de riquezas lo moldean y lo definen las fuerzas sociales. Ese nuevo potencial requiere un marco social, institucional y político capaz de aprovecharlo. Cada vez que aparece una nueva revolución tecnológica se dan unos cambios sociales y políticos masivos. Pero la historia no está escrita con una sola pluma. El espectro de opciones es muy amplio y se puede aprovechar de mil maneras.

Lo que no es viable es continuar por los caminos ya inviables. La última vez, con la revolución tecnológica de la producción en masa, se implantaron sistemas muy distintos, aunque todos eran adecuados a ese paradigma: el socialismo soviético, el fascismo, la democracia Keynesiana y lo que podríamos llamar el estatismo desarrollista en el Tercer Mundo. Cada uno de esos modelos se implantó con infinidad de variantes. A pesar de las profundas diferencias que los separan, todos fueron relativamente exitosos en dar grandes saltos económicos en base a la producción en masa, basados en un rol económico importante del Estado central y otras características morfológicas comunes.

Ahora tenemos otro paradigma y tenemos que inventar otro modelo. Y cuando les digo inventar, les digo, de verdad, ¡inventar! Necesitamos empezar a pensar de una nueva manera y entender, adoptar y adaptar los nuevos principios de práctica óptima. Porque el poder transformador, el poder orientador, de ese nuevo potencial está en la comprensión del nuevo paradigma. Sólo comprendiendo en qué consiste, cuál es su lógica, vamos a poder moldearlo, utilizarlo y aprovecharlo en función de nuestros objetivos como sociedad.

El cambio de paradigma tecno-económico del que vamos a hablar es una transformación del patrón tecnológico y organizativo, más aún, es un cambio de sentido común en lo que respecta a las prácticas más eficientes tanto en la producción como en las demás actividades sociales.
El origen de ese cambio de paradigma es una revolución tecnológica. Una revolución que resulta de la fusión e integración de dos grandes vertientes de cambio: una, la revolución informática, la que todo el mundo reconoce como tal, iniciada en Estados Unidos y difundiéndose por el mundo desde los años setenta y, la otra, la revolución organizativa, desarrollada en Japón y adoptada cada vez más ampliamente desde los años ochenta. Estos dos cambios son de enorme trascendencia. Es difícil entender la profundidad de las transformaciones que este proceso de destrucción creadora ha venido haciendo en el mundo desarrollado y en más y más países periféricos.

El hombre como tal, se define claramente como un ser social. Desde allí entonces deben partir todos los principios que incluyan a la sociedad, comenzando con el compromiso que tiene como ser humano social, y con el desarrollo del bienestar colectivo, el que a su vez contribuye con su propio bienestar.

El símbolo superior del progreso del hombre, es el Estado, el que corresponde a una forma de organización humana, al interior de un territorio , al que se ha dado en llamar nación/país/estado , en el que tiene existencia real un determinado orden social, político jurídico y económico, el que es establecido a través de ciertas normativas, que pueden ser definidas de acuerdo a la cultura organizativa del grupo humano, las que han sido claramente orientadas al logro del bien común de la sociedad. El estado así definido, es sostenido, por medio de una autoridad central o gobierno dotado de poderes de coacción suficientes.

Así desde el punto de vista del funcionamiento y con objeto que la organización tenga sentido, el Estado cuenta con a lo menos tres elementos centrales; a saber: “La Existencia de un Grupo Humano Organizado”, “Un Territorio” y “Un Poder Central”. A partir de estas condiciones el estado ha de cumplir con un rol fundamental en la organización, y es justamente el mantener y controlar la administración de ese poder central. De este modo, el poder es ejercido por la autoridad, el que nace de la representación que las personas le entregan a sus representantes a través del voto, la autoridad que genera tiene la responsabilidad de mantener los patrones de legalidad e ilegalidad, para que sean respetados por las mayorías dentro de los límites del estado.

Esta “Organización Social” desarrollada en una zona geográfica y al interior de un territorio; exhibe entre sus principales fundamentos el tema de la “Justicia Social”, fin último de la política y rol que debe cumplir el estado. Sentido en el cual se establece con claridad que los hombres que participan de la sociedad, deben aceptar como principio fundamental la participación de toda tendencia, raza, ideas, credos, convicciones, situación económica y actividades.

Así, se puede concebir que la organización y actividad del estado, se conforman básicamente de dos sectores “Privado y Público”, los que son vistos por sus propias actividades como los aliados del Estado, en procurar el bienestar de las personas. Sentido en el cual las organizaciones sociales, son vistas con capacidad para desplazar la función del estado, en sus diversos roles orientados a lo social y a través de ello cobrar la fuerza suficiente para generar el bienestar de las personas. Luego

En relación al Estado y particularmente del mercado, el economista de la escuela de Chicago Milton Friedman, postula que: “ambos son principios de organización social antagónicos e irreconciliables: el mercado no sólo es importante en términos de desempeño económico, sino que es a su vez es el núcleo fundamental que preserva la libertad económica y política. El estado por el contrario, es el depositario de la coerción y el autoritarismo: es la cuna de la opresión, tanto como el mercado lo es de la libertad. La lucha por esta última, en consecuencia, se entabla entre dos colosos: el mercado y el Estado. En la medida en que el primero logra triunfar sobre el Estado asegura a la sociedad civil el pleno disfrute de los bienes terrenales sin interferencia coercitiva de ninguna especie. Recordemos que éstas sólo se originan en la esfera política, y el mercado es por definición anterior a la política. Cuando éste es derrotado a manos del Estado, las libertades individuales son sofocadas desde su misma cuna”.

En consecuencia Friedman antepone el mercado por sobre el lugar que ha de tener el hombre como ser social, se soslaya la libertad plena de elegir a pesar de que el extracto corresponde al Libro de Milton Friedman “La Libertad de Elegir”, pues el hombre es sometido al mercado y solo puede elegir bajo las condiciones que se imponen por el mercado y no entre las reales necesidades de las personas.


Desde otra perspectiva el rol del estado, reconoce en la democracia y en el sistema democrático su mejor ambiente, y por ello también lo es para los movimientos políticos democráticos. El rol del Estado entonces, acepta la diversidad en las posiciones filosóficas y políticas, admitiendo que los partidos políticos son instituciones cuya fuerza ayuda en la preservación de la democracia constituyéndose en un medio legitimo, para asegurar la libertad, garantizar la tolerancia, la justicia social, el reparto equitativo de la riqueza, y la igualdad de oportunidades para la sociedad civil.

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