sábado, diciembre 24, 2016

Saludo fin de año

Estimados Amigos

En estas fiestas solsticiales y el pronto inicio de un nuevo año deseo saludarte con mucho afecto. Y en un fraterno abrazo expreso mi deseo ferviente que el 2017 que se avecina se cumplan cada uno de los sueños, en la esperanza de siempre que nuestros ideales sean de tal fuerza que puedan hacer las transformaciones necesarias.

Un abrazo fraterno

Freddy Ponce

lunes, diciembre 19, 2016

Cambio de Paradigmas

CAMBIO DE PARADIGMAS

Por: Freddy Ponce

La sociedad neoliberal está agotada, hoy ya no es capaz de dar respuesta a las necesidades actuales y menos a las futuras de los ciudadanos en cuanto la conformación de una nueva forma del rol del estado enfrentada a una sociedad en el que el problema son los cambios de paradigmas en todos los aspectos de la sociedad, las reformas se esfuerzan por respetar el modelo clásico introduciéndole nuevos elementos que, al no formar parte del modelo original, no tienen suficiente fuerza como para transformarlo.

La noción de paradigma representa una versión de cambio de ideas viejas en pro de nuevas posiciones socioculturales, el cambio de paradigma tecno-económico del que se habla es una transformación del patrón tecnológico y organizativo, más aún, es un cambio de sentido común en lo que respecta a las prácticas más eficientes tanto en la producción como en las demás actividades sociales.

El origen del cambio de paradigma es una revolución tecnológica. Una revolución que resulta de la fusión e integración de dos grandes vertientes de cambio: una, la revolución informática, la que todo el mundo reconoce como tal, iniciada en Estados Unidos y difundiéndose por el mundo desde los años setenta y, la otra, la revolución organizativa, desarrollada en Japón y adoptada cada vez más ampliamente desde los años ochenta. Estos dos cambios son de enorme trascendencia. Es difícil para nosotros entender la profundidad de las transformaciones que este proceso de destrucción creadora ha venido haciendo en el mundo desarrollado y en más y más países periféricos.

El gran problema, al enfrentar el reto del desarrollo en esta época, es que no nos hemos dado cuenta de hasta dónde es importante para nosotros comprender la naturaleza de este cambio para poder identificar el nuevo espacio de lo posible. Un cambio de paradigma tecno-económico es un cambio en las herramientas y en los modos de hacer las cosas, es un cambio en patrones organizativos y en posibilidades tecnológicas, es encontrarse frente a un enorme potencial de generación de riqueza, cuyo aprovechamiento exige adoptar una nueva lógica.

Alvin Toffler, por ejemplo, la equipara a las revoluciones agrícola e industrial. Es decir, a fenómenos que tienen una duración de varios siglos.

Es muy común que la gente de una época turbulenta y llena de incertidumbre piense que lo que está experimentando es único y en todo caso sólo tiene antecedentes muy lejanos. Esa postura conceptual nos coloca en un limbo en términos de entender lo que está pasando.
Por una parte, de manera directa, hay una transformación en la empresa. Toda empresa que quiera seguir siendo competitiva hoy en día, toda empresa que quiera entrar en el mundo de la globalización, obviamente, tiene que ir aplicando toda la lógica del nuevo paradigma tecno-económico, porque, si no, se queda atrás.

Pero también cambian profundamente las condiciones y las oportunidades para el desarrollo. Ya no se puede aplicar mecánicamente la política que fue efectiva en la época de la sustitución de importaciones, en la época de la producción en masa. Al menos, no en su conjunto. Esto no quiere decir que algunos elementos aislados no se puedan incorporar a otro conjunto que sea adecuado al nuevo contexto y al nuevo potencial. Cada época presenta oportunidades distintas y las políticas de desarrollo, para tener éxito, tienen que adecuarse a las posibilidades concretas de su tiempo.

La oportunidad que tenemos ahora tiene otro carácter y la forma de enfrentarla es otra. Vamos a mirar qué significa eso, no sin antes advertir que ese nuevo potencial de generación de riquezas lo moldean y lo definen las fuerzas sociales. Ese nuevo potencial requiere un marco social, institucional y político capaz de aprovecharlo. Cada vez que aparece una nueva revolución tecnológica se dan unos cambios sociales y políticos masivos. Pero la historia no está escrita con una sola pluma. El espectro de opciones es muy amplio y se puede aprovechar de mil maneras.

Lo que no es viable es continuar por los caminos ya inviables. La última vez, con la revolución tecnológica de la producción en masa, se implantaron sistemas muy distintos, aunque todos eran adecuados a ese paradigma: el socialismo soviético, el fascismo, la democracia Keynesiana y lo que podríamos llamar el estatismo desarrollista en el Tercer Mundo. Cada uno de esos modelos se implantó con infinidad de variantes. A pesar de las profundas diferencias que los separan, todos fueron relativamente exitosos en dar grandes saltos económicos en base a la producción en masa, basados en un rol económico importante del Estado central y otras características morfológicas comunes.

Ahora tenemos otro paradigma y tenemos que inventar otro modelo. Y cuando les digo inventar, les digo, de verdad, ¡inventar! Necesitamos empezar a pensar de una nueva manera y entender, adoptar y adaptar los nuevos principios de práctica óptima. Porque el poder transformador, el poder orientador, de ese nuevo potencial está en la comprensión del nuevo paradigma. Sólo comprendiendo en qué consiste, cuál es su lógica, vamos a poder moldearlo, utilizarlo y aprovecharlo en función de nuestros objetivos como sociedad.

El cambio de paradigma tecno-económico del que vamos a hablar es una transformación del patrón tecnológico y organizativo, más aún, es un cambio de sentido común en lo que respecta a las prácticas más eficientes tanto en la producción como en las demás actividades sociales.
El origen de ese cambio de paradigma es una revolución tecnológica. Una revolución que resulta de la fusión e integración de dos grandes vertientes de cambio: una, la revolución informática, la que todo el mundo reconoce como tal, iniciada en Estados Unidos y difundiéndose por el mundo desde los años setenta y, la otra, la revolución organizativa, desarrollada en Japón y adoptada cada vez más ampliamente desde los años ochenta. Estos dos cambios son de enorme trascendencia. Es difícil entender la profundidad de las transformaciones que este proceso de destrucción creadora ha venido haciendo en el mundo desarrollado y en más y más países periféricos.

El hombre como tal, se define claramente como un ser social. Desde allí entonces deben partir todos los principios que incluyan a la sociedad, comenzando con el compromiso que tiene como ser humano social, y con el desarrollo del bienestar colectivo, el que a su vez contribuye con su propio bienestar.

El símbolo superior del progreso del hombre, es el Estado, el que corresponde a una forma de organización humana, al interior de un territorio , al que se ha dado en llamar nación/país/estado , en el que tiene existencia real un determinado orden social, político jurídico y económico, el que es establecido a través de ciertas normativas, que pueden ser definidas de acuerdo a la cultura organizativa del grupo humano, las que han sido claramente orientadas al logro del bien común de la sociedad. El estado así definido, es sostenido, por medio de una autoridad central o gobierno dotado de poderes de coacción suficientes.

Así desde el punto de vista del funcionamiento y con objeto que la organización tenga sentido, el Estado cuenta con a lo menos tres elementos centrales; a saber: “La Existencia de un Grupo Humano Organizado”, “Un Territorio” y “Un Poder Central”. A partir de estas condiciones el estado ha de cumplir con un rol fundamental en la organización, y es justamente el mantener y controlar la administración de ese poder central. De este modo, el poder es ejercido por la autoridad, el que nace de la representación que las personas le entregan a sus representantes a través del voto, la autoridad que genera tiene la responsabilidad de mantener los patrones de legalidad e ilegalidad, para que sean respetados por las mayorías dentro de los límites del estado.

Esta “Organización Social” desarrollada en una zona geográfica y al interior de un territorio; exhibe entre sus principales fundamentos el tema de la “Justicia Social”, fin último de la política y rol que debe cumplir el estado. Sentido en el cual se establece con claridad que los hombres que participan de la sociedad, deben aceptar como principio fundamental la participación de toda tendencia, raza, ideas, credos, convicciones, situación económica y actividades.

Así, se puede concebir que la organización y actividad del estado, se conforman básicamente de dos sectores “Privado y Público”, los que son vistos por sus propias actividades como los aliados del Estado, en procurar el bienestar de las personas. Sentido en el cual las organizaciones sociales, son vistas con capacidad para desplazar la función del estado, en sus diversos roles orientados a lo social y a través de ello cobrar la fuerza suficiente para generar el bienestar de las personas. Luego

En relación al Estado y particularmente del mercado, el economista de la escuela de Chicago Milton Friedman, postula que: “ambos son principios de organización social antagónicos e irreconciliables: el mercado no sólo es importante en términos de desempeño económico, sino que es a su vez es el núcleo fundamental que preserva la libertad económica y política. El estado por el contrario, es el depositario de la coerción y el autoritarismo: es la cuna de la opresión, tanto como el mercado lo es de la libertad. La lucha por esta última, en consecuencia, se entabla entre dos colosos: el mercado y el Estado. En la medida en que el primero logra triunfar sobre el Estado asegura a la sociedad civil el pleno disfrute de los bienes terrenales sin interferencia coercitiva de ninguna especie. Recordemos que éstas sólo se originan en la esfera política, y el mercado es por definición anterior a la política. Cuando éste es derrotado a manos del Estado, las libertades individuales son sofocadas desde su misma cuna”.

En consecuencia Friedman antepone el mercado por sobre el lugar que ha de tener el hombre como ser social, se soslaya la libertad plena de elegir a pesar de que el extracto corresponde al Libro de Milton Friedman “La Libertad de Elegir”, pues el hombre es sometido al mercado y solo puede elegir bajo las condiciones que se imponen por el mercado y no entre las reales necesidades de las personas.

Desde otra perspectiva el rol del estado, reconoce en la democracia y en el sistema democrático su mejor ambiente, y por ello también lo es para los movimientos políticos democráticos. El rol del Estado entonces, acepta la diversidad en las posiciones filosóficas y políticas, admitiendo que los partidos políticos son instituciones cuya fuerza ayuda en la preservación de la democracia constituyéndose en un medio legitimo, para asegurar la libertad, garantizar la tolerancia, la justicia social, el reparto equitativo de la riqueza, y la igualdad de oportunidades para la sociedad civil.La sociedad neoliberal está agotada, hoy ya no es capaz de dar respuesta a las necesidades actuales y menos a las futuras de los ciudadanos en cuanto la conformación de una nueva forma del rol del estado enfrentada a una sociedad en el que el problema son los cambios de paradigmas en todos los aspectos de la sociedad, las reformas se esfuerzan por respetar el modelo clásico introduciéndole nuevos elementos que, al no formar parte del modelo original, no tienen suficiente fuerza como para transformarlo.

La noción de paradigma representa una versión de cambio de ideas viejas en pro de nuevas posiciones socioculturales, el cambio de paradigma tecno-económico del que se habla es una transformación del patrón tecnológico y organizativo, más aún, es un cambio de sentido común en lo que respecta a las prácticas más eficientes tanto en la producción como en las demás actividades sociales.

El origen del cambio de paradigma es una revolución tecnológica. Una revolución que resulta de la fusión e integración de dos grandes vertientes de cambio: una, la revolución informática, la que todo el mundo reconoce como tal, iniciada en Estados Unidos y difundiéndose por el mundo desde los años setenta y, la otra, la revolución organizativa, desarrollada en Japón y adoptada cada vez más ampliamente desde los años ochenta. Estos dos cambios son de enorme trascendencia. Es difícil para nosotros entender la profundidad de las transformaciones que este proceso de destrucción creadora ha venido haciendo en el mundo desarrollado y en más y más países periféricos.

El gran problema, al enfrentar el reto del desarrollo en esta época, es que no nos hemos dado cuenta de hasta dónde es importante para nosotros comprender la naturaleza de este cambio para poder identificar el nuevo espacio de lo posible. Un cambio de paradigma tecno-económico es un cambio en las herramientas y en los modos de hacer las cosas, es un cambio en patrones organizativos y en posibilidades tecnológicas, es encontrarse frente a un enorme potencial de generación de riqueza, cuyo aprovechamiento exige adoptar una nueva lógica.

Alvin Toffler, por ejemplo, la equipara a las revoluciones agrícola e industrial. Es decir, a fenómenos que tienen una duración de varios siglos.

Es muy común que la gente de una época turbulenta y llena de incertidumbre piense que lo que está experimentando es único y en todo caso sólo tiene antecedentes muy lejanos. Esa postura conceptual nos coloca en un limbo en términos de entender lo que está pasando.
Por una parte, de manera directa, hay una transformación en la empresa. Toda empresa que quiera seguir siendo competitiva hoy en día, toda empresa que quiera entrar en el mundo de la globalización, obviamente, tiene que ir aplicando toda la lógica del nuevo paradigma tecno-económico, porque, si no, se queda atrás.

Pero también cambian profundamente las condiciones y las oportunidades para el desarrollo. Ya no se puede aplicar mecánicamente la política que fue efectiva en la época de la sustitución de importaciones, en la época de la producción en masa. Al menos, no en su conjunto. Esto no quiere decir que algunos elementos aislados no se puedan incorporar a otro conjunto que sea adecuado al nuevo contexto y al nuevo potencial. Cada época presenta oportunidades distintas y las políticas de desarrollo, para tener éxito, tienen que adecuarse a las posibilidades concretas de su tiempo.

La oportunidad que tenemos ahora tiene otro carácter y la forma de enfrentarla es otra. Vamos a mirar qué significa eso, no sin antes advertir que ese nuevo potencial de generación de riquezas lo moldean y lo definen las fuerzas sociales. Ese nuevo potencial requiere un marco social, institucional y político capaz de aprovecharlo. Cada vez que aparece una nueva revolución tecnológica se dan unos cambios sociales y políticos masivos. Pero la historia no está escrita con una sola pluma. El espectro de opciones es muy amplio y se puede aprovechar de mil maneras.

Lo que no es viable es continuar por los caminos ya inviables. La última vez, con la revolución tecnológica de la producción en masa, se implantaron sistemas muy distintos, aunque todos eran adecuados a ese paradigma: el socialismo soviético, el fascismo, la democracia Keynesiana y lo que podríamos llamar el estatismo desarrollista en el Tercer Mundo. Cada uno de esos modelos se implantó con infinidad de variantes. A pesar de las profundas diferencias que los separan, todos fueron relativamente exitosos en dar grandes saltos económicos en base a la producción en masa, basados en un rol económico importante del Estado central y otras características morfológicas comunes.

Ahora tenemos otro paradigma y tenemos que inventar otro modelo. Y cuando les digo inventar, les digo, de verdad, ¡inventar! Necesitamos empezar a pensar de una nueva manera y entender, adoptar y adaptar los nuevos principios de práctica óptima. Porque el poder transformador, el poder orientador, de ese nuevo potencial está en la comprensión del nuevo paradigma. Sólo comprendiendo en qué consiste, cuál es su lógica, vamos a poder moldearlo, utilizarlo y aprovecharlo en función de nuestros objetivos como sociedad.

El cambio de paradigma tecno-económico del que vamos a hablar es una transformación del patrón tecnológico y organizativo, más aún, es un cambio de sentido común en lo que respecta a las prácticas más eficientes tanto en la producción como en las demás actividades sociales.
El origen de ese cambio de paradigma es una revolución tecnológica. Una revolución que resulta de la fusión e integración de dos grandes vertientes de cambio: una, la revolución informática, la que todo el mundo reconoce como tal, iniciada en Estados Unidos y difundiéndose por el mundo desde los años setenta y, la otra, la revolución organizativa, desarrollada en Japón y adoptada cada vez más ampliamente desde los años ochenta. Estos dos cambios son de enorme trascendencia. Es difícil entender la profundidad de las transformaciones que este proceso de destrucción creadora ha venido haciendo en el mundo desarrollado y en más y más países periféricos.

El hombre como tal, se define claramente como un ser social. Desde allí entonces deben partir todos los principios que incluyan a la sociedad, comenzando con el compromiso que tiene como ser humano social, y con el desarrollo del bienestar colectivo, el que a su vez contribuye con su propio bienestar.

El símbolo superior del progreso del hombre, es el Estado, el que corresponde a una forma de organización humana, al interior de un territorio , al que se ha dado en llamar nación/país/estado , en el que tiene existencia real un determinado orden social, político jurídico y económico, el que es establecido a través de ciertas normativas, que pueden ser definidas de acuerdo a la cultura organizativa del grupo humano, las que han sido claramente orientadas al logro del bien común de la sociedad. El estado así definido, es sostenido, por medio de una autoridad central o gobierno dotado de poderes de coacción suficientes.

Así desde el punto de vista del funcionamiento y con objeto que la organización tenga sentido, el Estado cuenta con a lo menos tres elementos centrales; a saber: “La Existencia de un Grupo Humano Organizado”, “Un Territorio” y “Un Poder Central”. A partir de estas condiciones el estado ha de cumplir con un rol fundamental en la organización, y es justamente el mantener y controlar la administración de ese poder central. De este modo, el poder es ejercido por la autoridad, el que nace de la representación que las personas le entregan a sus representantes a través del voto, la autoridad que genera tiene la responsabilidad de mantener los patrones de legalidad e ilegalidad, para que sean respetados por las mayorías dentro de los límites del estado.

Esta “Organización Social” desarrollada en una zona geográfica y al interior de un territorio; exhibe entre sus principales fundamentos el tema de la “Justicia Social”, fin último de la política y rol que debe cumplir el estado. Sentido en el cual se establece con claridad que los hombres que participan de la sociedad, deben aceptar como principio fundamental la participación de toda tendencia, raza, ideas, credos, convicciones, situación económica y actividades.

Así, se puede concebir que la organización y actividad del estado, se conforman básicamente de dos sectores “Privado y Público”, los que son vistos por sus propias actividades como los aliados del Estado, en procurar el bienestar de las personas. Sentido en el cual las organizaciones sociales, son vistas con capacidad para desplazar la función del estado, en sus diversos roles orientados a lo social y a través de ello cobrar la fuerza suficiente para generar el bienestar de las personas. Luego

En relación al Estado y particularmente del mercado, el economista de la escuela de Chicago Milton Friedman, postula que: “ambos son principios de organización social antagónicos e irreconciliables: el mercado no sólo es importante en términos de desempeño económico, sino que es a su vez es el núcleo fundamental que preserva la libertad económica y política. El estado por el contrario, es el depositario de la coerción y el autoritarismo: es la cuna de la opresión, tanto como el mercado lo es de la libertad. La lucha por esta última, en consecuencia, se entabla entre dos colosos: el mercado y el Estado. En la medida en que el primero logra triunfar sobre el Estado asegura a la sociedad civil el pleno disfrute de los bienes terrenales sin interferencia coercitiva de ninguna especie. Recordemos que éstas sólo se originan en la esfera política, y el mercado es por definición anterior a la política. Cuando éste es derrotado a manos del Estado, las libertades individuales son sofocadas desde su misma cuna”.

En consecuencia Friedman antepone el mercado por sobre el lugar que ha de tener el hombre como ser social, se soslaya la libertad plena de elegir a pesar de que el extracto corresponde al Libro de Milton Friedman “La Libertad de Elegir”, pues el hombre es sometido al mercado y solo puede elegir bajo las condiciones que se imponen por el mercado y no entre las reales necesidades de las personas.


Desde otra perspectiva el rol del estado, reconoce en la democracia y en el sistema democrático su mejor ambiente, y por ello también lo es para los movimientos políticos democráticos. El rol del Estado entonces, acepta la diversidad en las posiciones filosóficas y políticas, admitiendo que los partidos políticos son instituciones cuya fuerza ayuda en la preservación de la democracia constituyéndose en un medio legitimo, para asegurar la libertad, garantizar la tolerancia, la justicia social, el reparto equitativo de la riqueza, y la igualdad de oportunidades para la sociedad civil.

Pablo Neruda :
Allende
Confieso que he vivido. Chile, 14 de septiembre de 1973

Mi pueblo ha sido el más traicionado de este tiempo.

De los desiertos del salitre, de las minas submarinas del carbón , de las alturas terribles donde yace el cobre y lo extraen con trabajos inhumanos las manos de mi pueblo, surgió un movimiento liberador de magnitud grandiosa. Ese movimiento llevó a la presidencia de Chile a un hombre llamado Salvador Allende, para que realizara reformas y medidas de justicia inaplazables, para que rescatara nuestras riquezas nacionales de las garras extranjeras.

Donde estuvo, en los países más lejanos, los pueblos admiraron al presidente Allende y elogiaron el extraordinario pluralismo de nuestro gobierno . Jamás en la historia de la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, se escuchó una ovación como la que le brindaron al presidente de Chile los delegados de todo el mundo. Aquí en Chile se estaba construyendo, entre inmensas dificultades, una sociedad verdaderamente justa, elevada sobre la base de nuestra soberania, de nuestro orgullo nacional, del heroísmo de los mejores habitantes de Chile. De nuestro lado, del lado de la revolución chilena, estaban la Constitución y la ley, la democracia y la esperanza.

Del otro lado no faltaba nada. Tenían arlequines y polichinelas, payasos a granel, terroristas de pistola y cadena, monjes falsos y militares degradados. Unos u otros daban vueltas en el carrusel del despecho. Iban tomados de la mano el fascista Jarpa con sus sobrinos de Patria y Libertad, dispuestos a romperles la cabeza y el alma a cuanto existe, con tal de recuperar la gran hacienda que ellos llamaban Chile. Junto con ellos, para amenizar la farándula, danzaba un gran banquero y bailarín , algo manchado de sangre; era el campeón de rumba González Videla, que rumbeando entregó hace tiempo su partido a los enemigos del pueblo. Ahora era Frei quien ofrecía su partido demócrata - cristiano a los mismos enemigos del pueblo, y bailaba además con el ex coronel Viaux, de cuya fechoría fue cómplice. Estos eran los principales artistas de la comedia. Tenían preparados los viveros del acaparamiento, los miguelitos, los garrotes y las mismas balas que ayer hirieron de muerte a nuestro pueblo en Iquique, en Ranquil, en Salvador, en Puerto Montt, en la Jose María Caro, en Frutillar, en Puente Alto y en tantos otros lugares. Los asesinos de Hernán Mery bailaban con naturalidad santurronamente. Se sentían ofendidos de que les reprocharan esos pequeños detalles.

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Chile tiene una larga historia civil con pocas revoluciones y muchos gobiernos estables, conservadores y mediocres. Muchos presidentes chicos y sólo dos presidentes grandes: Balmaceda y Allende. Es curioso que los dos provinieran del mismo medio, de la burguesía adinerada, que aquí se hace llamar aristocracia. Como hombres de principios, empeñados en engrandecer un país empequeñecido por la mediocre oligarquía, los dos fueron conducidos a la muerte de la misma manera. Balmaceda fue llevado al suicidio por resistirse a entregar la riqueza salitrera a las compañías extranjeras.

Allende fue asesinado por haber nacionalizado la otra riqueza del subsuelo chileno, el cobre. En ambos casos la oligarquía chilena organizó revoluciones sangrientas. En ambos casos los militares hicieron jauría. Las compañías inglesas en la ocasión de Balmaceda, las norteamericanas en la ocasión de Allende, fomentaron y sufragaron estos movimientos militares.

En ambos casos las casas de los presidentes fueron desvalijadas por órdenes de nuestros distinguidos aristócratas. Los salones de Balmaceda fueron destruidos a hachazos. La casa de Allende, gracias al progreso del mundo, fue bombardeada desde el aire por nuestros heroicos aviadores. Sin embargo, estos dos hombres fueron muy diferentes. Balmaceda fue un orador cautivante. Tenía una complexión imperiosa que lo acercaba más al mando unipersonal. Estaba seguro de la elevación de sus propósitos. En todo instante se vió rodeado de enemigos. Su superioridad sobre el medio en que vivía era tan grande, y tan grande su soledad, que concluyó por reconcentrarse en sí mismo. El pueblo que debía ayudarle no existía como fuerza, es decir, no estaba organizado. Aquel presidente estaba condenado a conducirse como iluminado , como un soñador: un sueño de grandeza se quedó en sueño. Después de su asesinato, los rapaces mercaderes extranjeros y los parlamentarios criollos entraron en posesión del salitre: para los extranjeros, la propiedad y las consesiones ; para los criollos las coimas. Recibidos los treinta dineros todo volvió a su normalidad. La sangre de unos cuantos miles de hombres del pueblo se secó pronto en los campos de batalla. Los obreros más explotados del mundo, los de las regiones del norte de Chile, no cesaron de producir inmensas cantidades de libras esterlinas para la City de Londres.

Allende nunca fue un gran orador. Y como estadista era un gobernante que consultaba todas sus medidas. Fue el antidictador, el demócrata principista hasta en los menores detalles. Le tocó un país que ya no era el pueblo bisoño de Balmaceda; encontró una clase obrera poderosa que sabía de qué se trataba. Allende era dirigente colectivo; un hombre que, sin salir de las clases populares, era un producto de la lucha de esas clases contra el estancamiento y la corrupción de sus explotadores. Por tales causas y razones, la obra de que realizó en tan corto tiempo es superior a la de Balmaceda; más aun, es la más importante en la historia de Chile. Sólo la nacionalización del cobre fue una empresa titánica, y muchos objetivos más se cumplieron bajo su gobierno de esencia colectiva.

Las obras y los hechos de Allende, de imborrable valor nacional, enfurecieron a los enemigos de nuestra liberación. El simbolismo trágico de esta crisis se revela en el bombardeo del Palacio de Gobierno; uno evoca la Blitz Krieg de la aviación nazi contra indefensas ciudades extranjeras, españolas, inglesas, rusas; ahora sucedía el mismo crimen en Chile; pilotos chilenos atacaban en picada el palacio que durante siglos fue el centro de la vida civil del país.

Escribo estas rápidas líneas para mis memorias a sólo tres dias de los hechos incalificables que llevaron a la muerte de mi gran compañero el presidente Allende. Su asesinato se mantuvo en silencio; fue enterrado secretamente; sólo a su viuda le fue permitido acompañar aquel inmortal cadaver. La versión de los agresores es que hallaron su cuerpo inerte, con muestras de visible suicidio. La versión que ha sido publicada en el extranjero es diferente. A reglón seguido del bombardeo aéreo entraron en acción los tanques , muchos tanques, a luchar intrépidamente contra un solo hombre: el Presidente de la República de Chile, Salvador Allende, que los esperaba en su gabinete, sin más compañía que su corazón , envuelto en humo y llamas.

Tenían que aprovechar una ocasión tan bella. Había que ametrallarlo porque nunca renunciaría a su cargo. Aquel cuerpo fue enterrado secretamente en un sitio cualquiera. Aquel cadáver que marchó a la sepultura acompañado por una sola mujer que llevaba en sí misma todo el dolor del mundo, aquella gloriosa figura muerta iba acribillada y despedazada por las balas de las metralletas de los soldados de Chile, que otra vez habían traicionado a Chile.

Ozono Atmosferico

OZONO ATMOSFÉRICO Lorenzo Chicón El ozono (del griego ὄζειν, tener olor) es la forma alotrópica del oxígeno constituida por moléculas triató...